Cuestión de Genes
Seguramente has oído hablar de la intolerancia al gluten o celiaquía. También es probable que conozcas a alguien cercano que la padece o incluso que tú mismo la tengas. Y es que, esta condición se diagnostica al 1% de la población, una cifra que manifiesta una incidencia relativamente alta.
Si se detecta a tiempo y se toman las medidas nutricionales adecuadas, la intolerancia al gluten no tiene efectos adversos en la calidad de vida y en la salud. Sin embargo, los efectos adversos pueden ser mucho más serios si tarda en ser diagnosticada. En este artículo te contamos cuáles son sus síntomas principales, cómo manejarla, y en qué se diferencia la intolerancia de la sensibilidad al gluten, con la que a menudo es confundida.
Los productos sin gluten están de moda. Muchas personas que no son intolerantes los consumen porque creen que son más sanos que los que lo contienen. Pero ¿hasta qué punto tiene fundamento este hábito? ¿el gluten es siempre perjudicial?
Para responder a ello, primero vamos a ver qué es este ingrediente tan polémico. De acuerdo con la Federación de Asociaciones de Celíacos de España, el gluten es una proteína presente en la semilla de numerosos cereales. Entre ellos se encuentran el trigo, la cebada, el centeno, el triticale, la espelta y algunas variedades de avena, además de sus híbridos y derivados.
El gluten es un ingrediente muy apreciado en la industria alimentaria debido a su capacidad para espesar y dar elasticidad y esponjosidad a las masas de harina una vez horneadas. Esto se debe a que esta proteína funciona reteniendo en su interior a los gases de la fermentación, de modo que la masa es propulsada hacia arriba. Además, el gluten es responsable de que esta no se desinfle una vez cocida.
El gluten está formado principalmente por dos glucoproteínas, pertenecientes al grupo de las prolaminas: las gliadinas y las gluteninas. Las primeras, es decir, las gliadinas, son las que resultan perjudiciales para las personas intolerantes al gluten. Sin embargo, las personas que no que no lo son, pueden consumirlas con total normalidad.
Hace 10.000 años, durante el neolítico, se produjo un hito en la historia de la humanidad: la revolución agrícola. Las sociedades nómadas, cazadoras recolectoras, fueron transitando a un nuevo modelo de vida y consumo basado en el asentamiento permanente y en el cultivo de las tierras y la práctica de la ganadería. Este cambio tuvo consecuencias en la alimentación humana, cuya base pasó a estar constituida por los cereales.
El cultivo de cereales comenzó en la llamada zona del “Creciente Fértil”, ubicada entre los ríos Tigris, Eúfrates y alto Nilo, y desde allí fue extendiéndose hacia el oeste, a lo largo de Europa. Durante este proceso se describieron los síntomas que provoca la intolerancia al gluten, pero no se vinculaban al consumo de esta proteína presente en los cereales.
Ya en el siglo XX, concretamente en el año 1952, el pediatra holandés W.K. Dick relacionó y describió por primera vez la asociación entre el consumo de trigo y los síntomas adversos en algunas personas. Durante la Segunda Guerra Mundial, Dick observó cómo la privación del trigo, debido a su escasez, tuvo como consecuencia la mejoría de los síntomas de los niños que padecían intolerancia al gluten.
La celiaquía es una enfermedad autoinmune con un importante componente genético, que afecta al 1% de la población, y consiste en una intolerancia permanente y crónica a la proteína del gluten. La ingesta de gluten en estos pacientes causa una lesión de la mucosa del intestino delgado que impide la correcta absorción de los nutrientes.
Como mencionamos antes, uno de los dos componentes del gluten son las gliadinas. Estas representan la fracción soluble en alcohol del gluten y contienen la mayor parte de los componentes que resultan tóxicos para los celíacos: la glutamina y la prolina.
La ingesta de gliadinas a través del gluten presente en muchos cereales desencadena en las personas intolerantes una respuesta autoinmune, que causa la inflamación de la mucosa del intestino delgado, dañándolo, por lo que los nutrientes no podrán ser absorbidos con normalidad y se producirá diarrea, pérdida de peso y anemia.
Si la enfermedad no se detecta a tiempo existe una mayor probabilidad de presentar complicaciones como colon irritable, osteoporosis, sobrecrecimiento bacteriano, artritis y cáncer en el sistema digestivo.
La celiaquía es totalmente incompatible con el consumo de gluten, motivo por el que, si se padece esta patología, hay abandonar su ingesta por completo.
Los síntomas de la celiaquía varían en función de si el paciente es niño o adulto. Entre los síntomas más frecuentes que presentan los adultos se encuentran:
Además, más de la mitad de los adultos con enfermedad celíaca tienen signos y síntomas no relacionados con el sistema digestivo, como por ejemplo:
En cuanto a los niños celíacos, son más propensos que los adultos a tener problemas digestivos, incluidos los siguientes:
Además, la incapacidad de absorber los nutrientes puede causar los siguientes síntomas:
La enfermedad celíaca tiene un importante componente genético, es decir, la predisposición a padecerla puede heredarse. Realizando el estudio de variantes genéticas en los genes HLA DQ2 y el DQ8 podemos determinar nuestro “haplotipo” y así conocer nuestra susceptibilidad genética a presentar esta patología. Si presentamos un haplotipo de riesgo, implica que existe una mayor posibilidad de desarrollar celiaquía a lo largo de la vida, frente a la población general, pero no significa que necesariamente tengamos que desarrollarla. Si no presentamos un “haplotipo de riesgo”, es muy improbable presentar este tipo de intolerancia.
Las manifestaciones clínicas de la intolerancia al gluten a nivel mundial se clasifican bajo un concepto llamado “iceberg celíaco”.
El iceberg celíaco muestra el número de casos diagnosticados, que son la parte visible que queda encima del agua, y los que aún no lo han sido, que son los que quedan por debajo de ella y que suponen la inmensa mayoría. En España, de acuerdo con FACE (Federación de Asociaciones de Celiacos de España), entre un 80% y un 85% de los casos de celiaquía podrían estar aún sin diagnosticar.
Aunque la enfermedad celíaca afecta a niños y adultos en todas las partes del mundo, es más frecuente en personas caucásicas y en mujeres. Una prueba de sangre para determinar la presencia de anticuerpos anti-transglutaminasa tisular IgA (tTG-IgA) es el primer paso para detectar la enfermedad celíaca. Si el resultado es positivo, se procede a realizar una biopsia del intestino delgado, que servirá para confirmar definitivamente si se padece o no intolerancia al gluten.
En algunos casos concretos se puede recomendar también una prueba para comprobar si se presenta un haplotipo de riesgo en los genes HLA DQ2 y DQ8, que como explicamos antes, son necesarios para el desarrollo de la enfermedad. Esta prueba genética puede ayudar en el diagnóstico de la celiaquía, puesto que prácticamente todas las personas que la padecen presentan este haplotipo, es decir, este conjunto de variaciones en el ADN, que tienden a ser heredadas juntas.
Esta prueba tiene un alto valor predictivo, ya que si la prueba tiene un resultado negativo la posibilidad de padecer la enfermedad es de solo un 1%.
En caso de ser positivo no significa necesariamente que se tenga celiaquía, porque entre el 20% y el 40% de la población no la desarrolla a pesar de tener un haplotipo de alto riesgo, pues, como vimos, para que se desencadene también deben darse ciertos factores ambientales.
Está ampliamente demostrado que el tratamiento de la enfermedad celíaca es la dieta libre de gluten, estricta y durante toda la vida. Es importante aclarar que “dieta libre de gluten” significa que la cantidad de esta proteína en el alimento debe estar por debajo de un determinado punto de corte, y no necesariamente que no contenga gluten. De este modo, los alimentos libres de gluten pueden contener uno o más ingredientes sustitutos del trigo, el centeno, la cebada, la avena o sus variedades híbridas, pero siempre con un nivel de gluten que no supere los 20 ppm (partes por millón).
Algunas veces los pacientes no responden a la “dieta libre de gluten” y en ocasiones es debido a que el paciente puede ingerirlos accidentalmente por contaminación en alimentos que en principio están libres de este componente. Un ejemplo de este tipo de casos puede ocurrir al utilizar cubiertos o vajilla que puedan haber estado en contacto con alimentos con gluten o por desconocimiento de la presencia de gluten en determinados tipos de alimentos.
Cuando una persona presenta intolerancia al gluten es muy importante acudir a un nutricionista que pueda dar instrucciones precisas de cómo evitar la ingesta de gluten, así como instrucciones a la hora de manejar elementos en la cocina que puedan causar contaminación.
En caso de niños o personas jóvenes o adultas que comen frecuentemente fuera de casa, es importante realizar un seguimiento para comprobar si de manera voluntaria o involuntaria están ingiriendo más gluten del aceptable en su dieta.
Este tipo de pruebas se realizan en heces y pueden determinan si existen niveles por encima de lo aceptado para un celiaco en los restos de alimentos. Se trata de algo muy importante en el caso de niños, que pueden no ser conscientes de la importancia de la dieta de exclusión.
Como mencionamos, se considera, según la normativa vigente al respecto en Europa, que los alimentos “sin gluten”, deben tener menos de 20 ppm de gluten en el producto final.
Actualmente, el único método para determinar el contenido en gluten de los alimentos avalado por organismos oficiales, como AOECS (Sociedad de Asociaciones de Celíacos de Europa), es el método ELISA R5 (siglas en inglés de Enzyme-Linked ImmunoSorbent Assay, es decir, ensayo por inmunoabsorción ligado a enzimas), capaz de cuantificar el gluten con un límite de detección de 3 ppm, es decir, aunque el producto tenga menos de 3 ppm (por ejemplo 2) el resultado siempre será no detectado < 3 ppm.
Si no se pone remedio con una dieta libre de gluten, la celiaquía puede tener consecuencias a largo plazo, como por ejemplo:
Entre las complicaciones menos comunes pueden estar:
Aunque es poco frecuente, las dificultades para absorber los nutrientes pueden persistir a pesar de haber seguido una dieta libre de gluten estricta. En este caso hablamos de enfermedad celíaca refractaria, en la que el intestino sufre un daño continuo con la consiguiente atrofia de las vellosidades y malabsorción. Es poco frecuente, ya que se presenta solo en el 5% de la población celiaca, pero incrementa la probabilidad de complicaciones relacionadas lo que empeora mucho el pronóstico de la enfermedad.
La sensibilidad al gluten, que afecta hasta a un 10% de la población, no es lo mismo que la intolerancia: las personas sensibles al gluten no son celíacas. De ahí que a esta condición se la conozca también como sensibilidad al gluten no celíaca (SGNC).
Aunque sus síntomas son muy similares a los que produce la intolerancia total o celiaquía, la sensibilidad al gluten se caracteriza porque predominan las manifestaciones extradigestivas como:
Al tratarse de síntomas más difusos que los de la celiaquía, cuando alguien los padece se prueba a suspender el consumo de gluten, si los síntomas desaparecen, vuelve a introducirse el gluten en la dieta para comprobar si aparecen de nuevo. En caso afirmativo, se diagnóstica sensibilidad al gluten no celíaca y se inicia el mismo tratamiento que en la celiaquía.
Además de la sensibilidad al gluten, también existe la alergia al gluten, que afecta a un porcentaje muy bajo de la población y que presenta síntomas de diferente gravedad. Entre ellos pueden encontrarse los siguientes:
Todas las alergias son reacciones inmunológicas adversas que se desencadenan de manera muy rápida (en cuestión de minutos o como mucho, de horas), a partir del segundo contacto con la sustancia frente a la que se ha producido sensibilización (alérgeno) y que, en condiciones normales, no es dañina para el organismo ni para la salud. Las alergias provocan habitualmente la elevación en sangre de inmunoglobulinas E (IgE) específicas del alérgeno y su diagnóstico se apoya en 3 pruebas:
Es frecuente que la celiaquía cause dermatitis herpetiforme, una enfermedad de la piel que produce picazón y ampollas. El sarpullido generalmente ocurre en los codos, las rodillas, el torso, el cuero cabelludo y las nalgas. Aunque puede no causar síntomas digestivos, todas las personas que la padecen son celíacas. Los médicos tratan la dermatitis herpetiforme con una dieta sin gluten y/o con medicamentos.
En la actualidad es posible encontrar alimentos libres de gluten en webs especializadas en la materia, como por ejemplo en la de FACE o en la de The Gluten Intolerance Group.
Además, también existen apps que puedes descargar en tu móvil, como por ejemplo sinGLU10, que, entre otras funcionalidades, te recomienda establecimientos en los que adquirir alimentos sin gluten y, además, te permite escanear productos para detectar si contienen o no la proteína y por tanto si son o no aptos para el consumo por parte de personas intolerantes al gluten.
Tanto la intolerancia al gluten como la sensibilidad al gluten se están convirtiendo en las patologías nutricionales con más incidencia hoy en día, condicionando la dieta de millones de personas. Su diagnóstico temprano es muy importante ya que cuanto más se tarde en diagnosticar más tiempo está expuesta la persona a los efectos adversos.
Al igual que con la intolerancia al gluten, en Veritas, abogamos por la detección y el diagnóstico temprano, si quieres conocer otros consejos de salud no dejes de visitar nuestra web y suscríbete a nuestro blog, “Cuestión de genes”.
Bibiana Palao - Directora Departamento Científico
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