Cuestión de Genes
La piel sensible se caracteriza por sufrir rojeces e irritaciones constantes, ya que reacciona de forma excesiva a agentes externos. Para aprender a prevenirla y manejarla, puedes implantar algunos cuidados básicos a tu rutina diaria, que te ayudarán a tener una mejor salud dérmica.
La piel es un órgano fascinante ya que es el más grande del cuerpo humano y desempeña múltiples funciones. Además de la más obvia, que es ejercer como barrera protectora frente a los agentes externos, la piel también sirve para:
Como ves, la piel tiene un papel fundamental en nuestro organismo. Por ello, para que pueda llevar a cabo sus funciones de forma correcta, debemos poner especial atención en su cuidado, evitando el desarrollo de sensibilidad u otras dolencias.
Aunque solo podemos ver una de ellas, la más externa, la piel tiene tres capas:
Epidermis: esta es la capa exterior de la piel y, por tanto, la que podemos ver. Las células más abundantes de esta capa, que componen hasta el 80% de la misma, se denominan queratinocitos. La epidermis presenta una regeneración constante, por lo que las capas superficiales se van descamando. En la parte más externa de la epidermis se encuentra el manto hidrolipídico, formado por las secreciones de las glándulas sudoríparas y sebáceas. Debido a esta composición, la epidermis puede cumplir las siguientes funciones:
Dermis: esta es la capa intermedia de la piel, y está compuesta principalmente por elastina y colágeno, fundamentales para la flexibilidad, elasticidad y regeneración de la piel. Además, en la dermis se encuentran:
Hipodermis: esta capa, ubicada debajo de la dermis, es la más profunda de la piel. Está compuesta, entre otras, por células adiposas cuya función principal es producir y almacenar grasas que contribuyen a mantener la temperatura corporal y a amortiguar los golpes del exterior.
Una piel es sensible cuando se deteriora su capacidad de ejercer como barrera ante las agresiones externas, reaccionando ante ellas con inflamaciones o rojeces. Una de las causas es la pérdida de agua y lípidos, por lo que la piel no puede regular la humedad y protegernos de los elementos del exterior. Aunque la piel sensible puede localizarse en todo el cuerpo o bien en un área concreta, la piel del rostro es la más vulnerable, debido a que es la que se encuentra más expuesta a agentes externos como rayos UV, elementos químicos y contaminantes.
Los síntomas principales que pueden alertarnos de que tenemos piel sensible son:
Todos estos síntomas además pueden ir acompañados de sensaciones como picor, ardor, tirantez y pinchazos.
La piel sensible es altamente reactiva al clima, la temperatura y a sustancias químicas contenidas en productos de aseo personal. Por este motivo, requiere tratamientos especiales que no contengan ingredientes agresivos para ella.
Es muy importante que conozcamos cómo prevenir la piel sensible y, si la padecemos, la manera de atenuar sus síntomas y de evitar acciones que puedan empeorarlos.
La piel tiene un complejo y equilibrado sistema que le permite mantenerse sana. Si este equilibrio se ve alterado, aparece la piel sensible. Vamos a ver como dichas alteraciones pueden dar lugar a esta afección.
Como hemos visto, en la epidermis se encuentra el manto hidrolipídico, que actúa como una capa protectora de toda la superficie cutánea frente al conjunto de agentes externos. Presenta un pH ligeramente ácido, aproximadamente de 5, que le permite ser eficaz frente a bacterias o elementos externos muy alcalinos como el jabón de uso cosmético. Además, debido a la permeabilidad característica de esta capa y a su descamación natural, es posible mantener los niveles óptimos de hidratación.
Cuando se altera el correcto funcionamiento del manto hidrolipídico pueden aparecer los síntomas característicos de la piel sensible a cualquier edad. No obstante, hay dos momentos de la vida en los que hay más posibilidades de desarrollar piel sensible: la lactancia y la vejez.
En ambos casos, la piel se vuelve más vulnerable a los agentes externos. Los bebés, se debe a que cuando nacen, presentan una piel mucho más delgada que los adultos, llegando incluso a ser una quinta parte más fina. Al ser menos gruesa, su función como barrera protectora está debilitada, no pudiendo reaccionar correctamente frente a todos los agentes externos.
En el proceso de envejecimiento, lo que ocurre es que disminuyen de manera generalizada los procesos metabólicos y, por tanto, la síntesis de lípidos. Esta falta de lípidos produce una mayor deshidratación de la piel, dando lugar a una piel sensible.
Entre las causas que ocasionan la piel sensible, las más comunes son:
Existen ciertos hábitos con los que creemos estar cuidando nuestra piel, y que en realidad pueden estar perjudicándola. Por eso es importante que sepas que algunos gestos tan cotidianos como los que enumeramos a continuación pueden ocasionar piel sensible o empeorar esta condición:
Si tenemos piel sensible es fundamental que visitemos a un profesional que pueda prescribirnos el tratamiento más adecuado y realizar un seguimiento de la eficacia del mismo. Además, también podemos tomar ciertas medidas destinadas a mitigar el estado de sensibilidad de nuestra piel:
La piel atópica es una enfermedad multifactorial en la que intervienen factores genéticos, ambientales e inmunes, entre otros. Por lo tanto, son dos alteraciones de la piel que no deben confundirse.Como has visto, la piel tiene un papel muy importante en nuestro organismo, por eso no debemos descuidarla. Es fundamental que nos preocupemos cada día por no exponerla a situaciones que puedan dañarla y generar piel sensible. En Veritas apostamos por el cuidado proactivo de la salud, por eso esperamos que este artículo te haya resultado interesante y, sobre todo, útil para saber cómo mantener tu piel en buen estado.
Maria Moreno - Medical Science Liaison Manager
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